Mis zapatillas favoritas cada vez me pesan más, mis ojos pestañean cansadas de llorar. Y su voz ya no es una nube para subir al cielo, son mi y una puñaladas a mi corazón.
Las palabras de la gente hunde mi optimismo y sus miradas ya me hartan. Sus pisadas son fuertes, rápidas y veloces. Las mías pesadas y lentas, poco a poco me quedo atrás y veo sus ojos, burlones y despreocupados. Me siento, ya no puedo seguir caminando, me cojo las piernas entre mis brazos para que no se valla el calor pero ya es demasiado tarde.
Ha empezado a llover...
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